Por Chester Hernández
La creciente ola de violencia e inseguridad que azota a Puebla es un problema que no puede seguir ignorándose. La responsabilidad de garantizar la seguridad en las calles recae principalmente sobre los municipios, y es precisamente en este ámbito donde se ha observado una grave deficiencia. La presencia de delincuentes en zonas estratégicas de la ciudad, como la Plaza San Diego, ha incrementado de forma alarmante, no solo por los actos violentos, sino también por el claro mensaje intimidatorio que los criminales dejan mediante el uso de narco mantas.
Recientemente, se han registrado ejecuciones en la mencionada Plaza San Diego, que dejan claro el grado de descontrol en el que se encuentra la seguridad pública. Los asesinos, además de arrebatarle la vida a sus víctimas, dejan a su paso mensajes escritos que refuerzan la sensación de impunidad que prevalece en el estado. Este tipo de amenazas solo aumenta el temor entre la población, que se ve constantemente expuesta a la violencia.
Lo sucedido en la zona de Misiones el día de ayer es otro claro ejemplo de la gravísima situación. Restos humanos fueron abandonados en la vía pública, evidenciando la brutalidad de los criminales y el nivel de violencia que se ha apoderado de las calles de Puebla. Es difícil entender cómo un estado con una importante infraestructura y recursos para enfrentar el crimen ha permitido que estos hechos se conviertan en una constante.
Es urgente que las autoridades municipales y estatales tomen acciones decisivas para frenar esta escalada de violencia. La falta de una respuesta efectiva está dejando a los ciudadanos a merced de grupos criminales que operan con total impunidad. La seguridad debe ser una prioridad, y la ciudadanía necesita ver resultados concretos, no solo promesas. El panorama es desolador, pero aún es posible revertir esta situación si se toman decisiones firmes y se trabaja de manera coordinada entre todos los niveles de gobierno para restaurar el orden y la paz en Puebla.